Jueves:
8:10: He tirado colonia en la en la alfombra. Huele bien. Mamá enfadada, la colonia está prohibida.
8:45: He tirado el mechero en el café. Me han pegado.
9:00: En la cocina. Me han echado. La cocina está prohibida.
9:15: En el cuarto de trabajo de papá. Me han echado. Cuarto de trabajo también prohibido.
9:30: He quitado la llave del armario. Jugado con ella. Mamá no sabía donde estaba. Yo tampoco. Mamá me ha gritado.
10:00: He encontrado un lápiz rojo. Pintado en la alfombra. Prohibido.
10:20: He cogido la aguja de hacer punto y la he doblado. He clavado otra en el sofá. Las agujas están prohibidas.
11:00: Tenía que tomar leche. ¡Pero yo quería agua! Me he puesto a llorar. Me han pegado.
11:30: Roto un cigarrillo. Había tabaco dentro. No sabe bien.
11:45. He seguido un ciempiés hasta debajo de la valla. He encontrado cochinillas. Interesante... pero... prohibido.
12:15: He comido caca. Sabor peculiar, pero prohibido.
12:30: He escupido la ensalada. Incomible. Pero... escupir está prohibido.
13:15: La siesta. No he dormido. Me he levantado y me he sentado en la colcha. Yo, helado... Helarse está prohibido.
14:00: He reflexionado: Constato que todo está prohibido. ¿Para qué viene uno al mundo?
... Como me recuerda escenas de mi niñez...
Duro, ¿verdad? Probablemente cualquier niño que, a base de oír continuos NO y PROHIBIDO, acaba por decidir que probar, jugar, arriesgarse, ensayar, en definitiva, vivir, está Prohibido.
Serrat nos lo canta: